martes, 30 de marzo de 2010

A UN AÑO DE LA MUERTE DE RAUL ALFONSIN

Recordar a Raúl Alfonsín al cumplirse el primer aniversario de su muerte es para todos los radicales un acto de justicia que lleva implícita la pena por la ausencia definitiva del último estadista argentino del siglo pasado pero también el legítimo orgullo de pertenecer a la generación de jóvenes que ingresó a la política atraída por su consigna “Somos la vida” como respuesta a tanto horror que padeció la Argentina en la década de 1970 y hasta fines de la dictadura militar.
Consigna que, lejos de ser una frase oportunista, fue el clamor de un hombre para que nuestro país recuperara la conciencia sobre la necesidad de defender el derecho fundamental de todo ser humano a vivir en libertad, con democracia, en un estado de derecho, para recuperar los valores esenciales de convivencia civilizada que el terrorismo de Estado había sepultado a sangre y fuego.
Lo sabía Alfonsín porque como pocos, desde la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos arriesgó hasta su propia vida para defender a las víctimas de esa dictadura. Y cuando esta acabó y el voto popular lo consagró presidente de los argentinos para consolidar la democracia, cumplió sus promesas de campaña y dictó las normativas para ordenar el juzgamiento de los jerarcas militares y de las organizaciones guerrilleras responsables de tanta violencia.
El juicio a las juntas del Proceso Militar y a los jefes de Montoneros y el ERP no tiene antecedentes en el mundo y, sin embargo, en los actos oficiales de recordación del golpe de estado del 24 de marzo de 1976 hace pocos días, fue malintencionadamente olvidado por quienes conducen los destinos de la patria, muchos de ellos del mismo partido que cuando se recuperó la democracia no tuvieron ni el valor ni la estatura moral de Alfonsín para “ponerle una bisagra” a la historia signada por la alternancia de gobiernos civiles y militares.
Este episodio y la paz con Chile fueron dos hitos de su gestión que la ceguera de la coyuntura no podrá ocultarle a la historia Argentina en este año de su bicentenario. Como tampoco su estatura ética y su honradez, que formaba parte de los valores morales de toda una generación de políticos argentinos.
A Raúl Alfonsín, como a Frondizi, Illia, Alende, Balbín o Bittel, nadie les hubiera preguntado por sus patrimonios porque sabían todos que para ellos la política era servicio y no la plataforma para enriquecerse. Como los describe el constitucionalista Roberto Gargarella, Alfonsín fue de los más dignos representantes de “una generación que vivió y murió en condiciones modestas, porque jamás concibió que la política podría servir para comprar más viviendas o mejores acciones”.
A un año de su muerte acaecida el 31 de marzo de 2009, los radicales debemos redoblar el compromiso para hacer realidad las aspiraciones de nuestro pueblo de vivir en un país en el que la política sea el medio y los partidos políticos la herramienta para que en una democracia plena, todos sus habitantes tengan garantizada una vida digna. Ese día, Raúl Alfonsín descansará en paz.

OFICINA DE PRENSA SENADOR PROVINCIAL FELIPE MICHLIG (UCR FPCyS – DEPARTAMENTO SAN CRISTÓBAL)

SANTA FE, 30 de marzo de 2010.

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